miércoles, 11 de marzo de 2009

Entrada desde el correo: Pasiones de la línea, de Osvaldo Picardo.
En este poemario nos encontramos con la voz sólida de un poeta que sabe qué quiere transmitir y cómo hacerlo. Desde un tono que se aleja de lo elevado, es capaz de llevarnos al encuentro plácido con la verdadera poesía, aquélla que no se extiende gratuitamente, la que no recarga su lenguaje de manera innecesaria, la que se dirige a nosotros, no desde arriba, sino mirándonos de frente a los ojos.

El libro consta de tres partes: “La máquina del tiempo”, “Error de cálculo” y “Lecturas y variaciones de la línea”. En la primera, la mirada alrededor del poeta da lugar a poemas con distintos referentes, en los que se mezclan escenas cotidianas con reflexiones profundas. Posiblemente es en el tono reflexivo de algunos poemas donde hallamos, a nuestro entender, los mejores logros. Así por ejemplo, en el primer poema, “Infinitos”, encontramos un estupendo final: “Tu cabeza ha descifrado, finalmente,/ la creciente distancia de lo que perdemos:/ has empezado a preguntar por qué estabas/ ahí, en ese lugar, adonde nunca se regresa”. “Realidad de viento” es otro poema que consideramos destacado por su lucidez descriptiva y los aciertos en las imágenes, lo mismo que ocurre en el poema “Serie interrumpida”, en el que la voz poemática habla con el hijo que no ha tenido. Aquí, como en el resto de poemas, con un lenguaje sobrio y metáforas en justa medida, es capaz de conmovernos con versos como: “Nos une la materia de los deseos,/ la lengua de las nubes, el fondo de los ríos/ y la cobardía irremediable de no ser”.

En la segunda parte, que sólo consta de seis poemas, destaca el que le da título, “Error de cálculo”. Se trata de un poema que presenta el conflicto entre las expectativas puestas en la propia vida y su contraste con lo realmente vivido: en eso precisamente consiste el error de cálculo. Por lo tanto, desde el punto de vista tematológico, se trata de un poema que se inserta en la línea de aquellos que a lo largo de la historia de la literatura han puesto de manifiesto la diferencia entre objeto y valor, entre la imaginación y la experiencia realmente vivida. Inútil, pues, mirar hacia atrás con la intención de cambiar algo; inútil creer que se es inmune a la enfermedad o la vejez. Aunque el final del poema es positivo, porque desde la intimidad, algo de esas expectativas quedó cumplido. Y esta reflexión es extensible al resto del libro, pues a pesar de la desilusión o el desencanto que se deja entrever a lo largo de toda la obra, el mensaje final no es triste ni descorazonador.

La tercera parte del libro, “Lecturas y variaciones de la línea” tiene como característica esas “variaciones” con las que el autor homenajea a su manera a autores como Paul Celan, Alexander Blok, Yeats, Pound o Lu Yu. Así, a la vez que hace crecer la complicidad con los lectores que también compartimos el gusto por algunos de estos autores, los poemas son el reconocimiento a los maestros, a la tradición que ningún artista puede permitirse dejar de lado.

Picardo nos demuestra en sus poemas que el estilo narrativo no es incompatible con el acierto en las imágenes, ni con las metáforas puras, como pone de manifiesto en el poema “Pájaros muertos”, en el que los pájaros, gracias a la precisión de la figura empleada, se convierten en “nudos desatados de los árboles”. También nos muestra que el cuidado del tono y el empleo justo de adjetivos favorecen a la buena poesía, y que la sutileza es una virtud en el decir.

Así pues, nos encontramos con una obra madura, realizada por un poeta que demuestra saber hacer y gran sensibilidad.

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